MOLINOS HARINEROS
Se conservan vestigios de unos 6 molinos de cubo, 5 de ellos identificados, conservándose, en mayor o menor medida, sus muros y cubos. Las referencias más antiguas a estos molinos se hallan en el Libro de la Montería de Alfonso XI de Castilla, en donde se afirma que, en uno de estos molinos, probablemente en los conocidos como molino Serrano o en el del Real Monasterio de El Escorial, existía una vocería. De acuerdo con el catastro realizado por el Marqués de la Ensenada en el siglo XVIII, Navalagamella contaba con 6 molinos de cubo y un batán en donde se lavaban y suavizaban tejidos empleando grandes mazas de madera. De esos 6 molinos, dos se localizan por encima del puente situado en la carretera que une Navalagamella con Valdemorillo, otros dos entre el mencionado puente y la Presa de Cerro Alarcón, y los restantes pasado el embalse del mismo nombre. De norte a sur, los molinos son los siguientes: Alto, de la Hondilla o Baltasar, Serrano, del Real Monasterio de El Escorial, y de Navacerrada.
Para su funcionamiento, los molinos de cubo contaban con dos elementos esenciales: el caz (presa que canalizaba el agua del río) y el cubo (donde se almacenaba el agua y cuyo caudal se regulaba mediante una compuerta). En la parte inferior del cubo, a unos 5 metros de desnivel, estaba el rodezno. La presión efectuada por la caída del agua provocaba el giro de unas palas situadas en el interior del rodezno que, gracias a un eje de madera de enebro, posibilitaba el movimiento de la muela superior, que podía ser regulada para elegir el grosor de la harina. La muela inferior estaba sujeta por encima del rodezno y era fija.
El grano era vertido por una tolva hasta la muela superior, y la separación entre las muelas era mayor en su parte central, lugar por donde entraba el grano, e inferior en sus bordes, desde donde salía la harina. Alrededor de las muelas había una estructura de madera que impedía que se derramase la harina que, posteriormente, era conducida por un canal para ser recogida en sacos. Algunos molinos contaban con un cernedor, especie de cilindro que posibilitaba la separación de las harinas según su grosor. Además, y gracias a un sistema denominado cabriola, era posible el volteo de la muela.