ERMITAS
Hoy en día tan solo se conservan tres de las siete ermitas con las que el municipio contó en el pasado: las barrocas del Santísimo Cristo de la Sangre y la de San Miguel, ambas construidas en el siglo XVII y la primera de ellas reformada en el siglo XX; y la de San José reconstruida tras la Guerra Civil. El significativo número de ermitas situadas en el término municipal de Navalagamella fueron testimonio del sentido fervor religioso presente en el lugar, que fue recogido a fines del siglo XVIII por D. Antonio Suárez de Bustamante en su informe al cardenal Lorenzana.
ERMITA DEL SANTÍSIMO CRISTO DE LA SANGRE
Localizada en un tramo de la antigua Cañada Real
Leonesa, cuenta con planta de una sola nave. De estilo
barroco, en su exterior destaca su puerta adintelada y
balaustrada a ambos lados de esta. En su interior
destaca una talla barroca de Cristo crucificado. Durante
la Guerra Civil sufrió grandes daños, y en la década de
1990 se acometió su restauración.
ERMITA DE SAN JOSÉ
Situada dentro del casco urbano, cerca de la Peña Gorda o Piedra de la Cigüeña, ésta ermita también fue completamente destruida y posteriormente reconstruida tras la Guerra Civil. Presenta muros de mampostería granítica y refuerzos de sillería en huecos y esquinas. Su portada queda formada por un arco de medio punto.
ERMITA DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL
Situada entre el paraje de la Minga y la carretera que une Navalagamella con Fresnedillas de la Oliva, esta ermita de estilo barroco presenta una cabecera cuadrada de mampostería rematada por una cornisa de sillería en forma de "pecho de paloma" que, a su vez, está cubierta por una bóveda de crucería de arcos de medio punto.
De acuerdo con la tradición, en 1455 el Arcángel San Miguel se apareció a un pastor sobre una encina asumiendo la forma de un hermoso joven, hecho que motivó su construcción. El 13 de septiembre de 1530 fue bendecida por el obispo de Nixa y, en 1606, gracias a una indulgencia plenaria del papa Pablo V, los vecinos de la localidad fundaron la Hermandad de San Miguel.